Cómo las Creencias modelan tus Resultados en la Vida
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Somos poco conscientes de cómo los paradigmas y las creencias modelan, casi de forma definitiva, nuestras vidas. Ser conscientes de estas creencias puede suponer LA diferencia entre sentirse satisfecho y realizado, o no. La cantidad de satisfacción y felicidad que sentimos está directamente relacionada con este hecho. Pero no solo eso…
Algunas creencias limitantes que forman parte de nuestro “sistema de pensamiento” pueden llegar a convertirse en obstáculos para poder desarrollar nuestra vida diaria de forma adecuada, e incluso que sea necesario acudir a terapia, para que no terminen desembocando en problemas más graves. Es el caso de problemas de autoestima, por ejemplo.
Qué son las Creencias
La mayoría de las veces tomamos las cosas como hechos o las damos por sentadas, cuando en realidad no lo son. Incluso a veces no comprendemos ciertas cosas, pero no las cuestionamos, no vamos más allá: las creemos, casi siempre por inercia.
Nuestro conocimiento de las cosas, del universo, de nuestro cuerpo y nuestra mente es tan limitado que rara vez cuestionamos ciertas opiniones, ideas y creencias. Todos estos hechos que creemos a pies juntillas, sea consciente o inconscientemente, están en constante cambio. Veamos si no algunos ejemplos:
- Hubo un tiempo en que las teorías sobre la esfericidad de la tierra se consideraban absurdas.
- Hubo un tiempo en que la margarina se consideraba más saludable que la mantequilla. Hoy día ya no es así.
- La homosexualidad se consideraba una enfermedad.
- Los planetas y el sol giraban alrededor de la tierra.
- Las mujeres eran inferiores por poseer un intelecto imperfecto, inferior al de los hombres.
- El aceite y muchos otros alimentos eran perjudiciales para la salud.
- Las emociones eran un impedimento para el ser humano, sólo mediante la razón podía lograr sus objetivos.
- La tez morena era señal de pobreza o inferior clase social, al contrario que la tez blanca; y estar delgado también, al contrario que ser rellenito e incluso ser obeso.
La lista podría ser interminable.
Pero es que en realidad, sería muy difícil y trabajoso intentar abarcar y cuestionar toda la información que recibimos y asimilamos a diario. Pero, ¿aplica esta afirmación a las creencias que tenemos acerca de nosotros mismos y del contexto en que vivimos? La verdad es que no.
Ciertamente, no podemos cuestionar toda la información que absorbemos a diario, pero sí podemos cuestionar ciertos paradigmas propios que damos por ciertos por el simple hecho de que “están ahí” y llevan con nosotros, en nuestro diálogo interno, desde siempre.
Y es que, en realidad, las creencias son repeticiones inconscientes, cientos de ideas que reproducimos machaconamente en nuestro cerebro y que pueden ser relativas a nosotros mismos, a otras personas, a circunstancias que nos rodean, etc. Tan machaconamente las repetimos en nuestro inconsciente, que se convierten en “verdades”, en paradigmas, en dogmas:
Siempre fui un desastre para los números, por eso se me dan tan mal las ciencias.
Desde pequeña fui muy veleta. Cada día pensaba una cosa distinta o cambiaba de amigas. Ya me lo decían las profesoras, que nunca sería capaz de centrarme en una cosa o de ser constante.
Lo anterior son ejemplos de creencias que nos inculcan cuando somos pequeños. No pretenden hacernos daño ni es mala su intención. Incluso lo más seguro es que sea todo lo contrario. Son valoraciones subjetivas de personas que nos rodean y, seguramente nos las quieran hacer ver para que mejoremos, para que cambiemos.
De lo que no se dan cuenta es de que, tal vez, estén haciendo lo contrario, porque esas valoraciones, opiniones subjetivas, se convierten en “dogmas de fe” en nuestro cerebro. En verdades, en paradigmas, que no se pueden cambiar porque, es que es verdad, es así; no hay nada que yo pueda hacer, porque así he sido desde pequeñ@. Esta es, en sí misma, otra creencia limitante.
Creencias limitantes y no limitantes
Estas numerosas creencias generalmente son inconscientes pero, aun así, determinan nuestra forma de pensar y actuar porque nos guiamos por ellas.
Ejemplo: si creo que soy negada para las ciencias, seguramente no elegiré una carrera como ingeniería o informática; o si tengo hijos y tengo que ayudarles a hacer los deberes de matemáticas, tendré muchas dudas al respecto o incluso es posible que evite tener que ayudarles en ese aspecto, delegando esa tarea, por ejemplo, a mi pareja. Esto, a su vez, puede generar problemas de autoestima, pues sería posible que si hago lo anterior, esté, inconscientemente, sintiendo que mi pareja es superior a mí en ese aspecto, o que yo soy inferior a ella, etc…
Creencias limitantes
Lamentablemente, nuestras creencias son casi siempre limitantes, es decir, nos limitan porque obstaculizan nuestras perspectivas, objetivos, habilidades, potencial, expectativas… Las creencias limitantes pueden ser inculcadas por otros o por nosotros mismos.
Creencias inculcadas por otros
En el caso de las creencias limitantes inculcadas por otros, se trata de barreras que se nos han ido infundiendo desde pequeños, aunque sin mala intención, desde luego.
En un esfuerzo por enseñarnos, educarnos, ayudarnos a cambiar cosas, conductas, aptitudes… durante nuestra infancia y desarrollo, nuestro entorno emite mensajes, opiniones o valoraciones sobre esos comportamientos, habilidades… que nosotros, como esponjas que somos, sobre todo de pequeños, captamos y absorbemos fácilmente. Estos mensajes no siempre (casi nunca) nos los transmiten de forma positiva, pedagógica o constructiva. Incluso los profesores y educadores, que deberían contar con esa habilidad de transmitir y comunicarse con l@s niñ@s de forma pedagógica, por lo general carecen de ella.
Es decir, es más fácil decir que “al niño o niña se le dan mal las matemáticas” que estimular en ell@s el gusto o el estudio de las matemáticas. Cuando no hay dificultades reales o diagnosticadas en el aprendizaje, no es que “se nos den mal” las ciencias o las letras o ciertas asignaturas o los números o analizar o la lengua o los idiomas; es que nuestro entorno no ha sabido / podido / querido fomentar ciertas habilidades o aptitudes en nosotros. No han sabido canalizarlas. No ha sabido transmitir de forma constructiva.
Sí. Claro que unos somos más analíticos que otros. Unos más creativos que otros, etc. Pero, ¿crees que “venimos así de fábrica”? No. Nuestro cerebro es plástico (se llama neuroplasticidad): cambia, se transforma. En el siguiente enlace explican esto y más cosas sobre las creencias limitantes.
¿El hijo de un torero, o de un abogado, se hace torero o abogado porque “lo llevan en la sangre” como se suele decir? Es otra forma de asegurar que es algo genético.
No. Es lo que han visto, lo que han “mamado”, más lo que han aprendido, más lo que se les ha inculcado, consciente o inconscientemente, en su entorno, más su propia predisposición. Si esos retoños de torero o de letrado no se crían en el ambiente, las probabilidades de que sean también torero y abogado son las mismas que tuvimos tú y yo de ser toreras o abogadas.
En definitiva, el clásico es que se le da mal y cientos de mensajes similares tendrían que borrarse para siempre del lenguaje, jamás transmitírselo a l@s niñ@s y ser sustituido por mensajes constructivos y pedagógicos.
Creencias autoimpuestas
Otras veces, nos autoimponemos a nosotros mismos ciertas creencias, aunque muchas de estas también las creamos a raíz de otras creencias limitantes anteriores.
Si desde pequeños en el cole o en casa (generalmente en ambos, así que, mensaje inculcado por partida doble) nos dicen que somos torpes, malos, lentos, vagos, perezosos, malos en matemáticas o en inglés, esa creencia limitante será la razón de que nosotros mismos después vayamos formando otras adicionales y otras derivadas como que nunca podré terminar una carrera; cómo me voy a presentar yo a unas oposiciones, si soy un vago; soy mala persona, por eso xxx; no voy a aprobar el examen de inglés y no obtendré la promoción en el trabajo; nunca se me darán bien las ciencias, no podré optar a ciertos trabajos, ya soy demasiado mayor para xxx, es demasiado tarde para xxx, etc…
Cada vez que vayamos a “enfrentarnos” a algo relacionado, volveremos inconscientemente a esa creencia que nos limita (y sus derivadas). Así, las iremos reforzando a través de los años.
Y no te engañes: TODOS TENEMOS este tipo de creencias limitantes, lo que pasa es que, lo dicho: son inconscientes. Mucha gente se considera ignorante, inútil, etc., sin ser consciente de ello.
Creencias impulsoras
También hay creencias impulsoras de nuestro crecimiento, creencias que nos ayudan a retarnos cada vez un poco más, a mejorar, a buscar lo mejor que tenemos dentro. Igual que las limitantes, pueden ser creadas por nosotros mismos, aunque muchas de ellas se basan también en mensajes mucho más positivos que hemos recibido desde pequeños y nosotros después hemos ido reforzando. Podrían ser mensajes justo al contrario del ejemplo anterior (qué bien se te dan las matemáticas), por ejemplo, o del tipo est@ niñ@ va a conseguir lo que se proponga en la vida, mira que es inteligente, trabajador, guap@… etc.
Un último “tipo” de creencias: las de reacción
Como has visto, tanto las creencias limitantes como las impulsoras pueden haber sido:
- Inculcadas por el entorno cuando somos pequeños
- Formadas por nosotros mismos a consecuencia de las anteriores
- Generadas por nosotros mismos independientemente de las anteriores
Pero además, también podemos crearlas como reacción a “mensajes limitadores”.
O sea, que ante mensajes limitantes como nunca se te darán bien los idiomas o del tipo hijo, si es que tú no vales para estudiar, reaccionamos para demostrar a esas personas y a nosotros mismos que eso no es así, que eso son opiniones, no hechos.
Así, somos capaces de desarrollar creencias impulsoras de reacción y terminamos siendo buenísimos en idiomas o sacando una carrera. O aunque no lo hagamos, al menos no hemos permitido que aquellos mensajes limitantes hagan mella en nosotros, evitamos la generación de esa creencia que nos limitará para siempre, puesto que se van reforzando con el tiempo y de forma completamente inconsciente como ya hemos visto.
Tipos y ejemplos de Creencias
Hay muchos tipos de creencias limitantes. De posibilidad, de capacidad, de merecimiento… pero aquí solo daré unos ejemplos, sin clasificarlas.
Hay ideas que tenemos aferradas que nos hacen “decretar” qué cosas son posibles o imposibles, otras que nos hacen determinar que nosotros podemos o que no podemos hacer algo… Es decir, estimulan y refuerzan nuestra creencia de que algo es o no alcanzable o posible.
Pueden ser referentes a nosotros, a la gente con que nos relacionamos e incluso que abarcan a “todo el mundo” (generalizaciones y paradigmas como quien nace pobre, muere pobre). Estas creencias son limitantes cuando nos inmovilizan y no son limitantes cuando nos motivan o impulsan.
También formamos creencias que nos hacen determinar que no nos merecemos ciertas cosas por los motivos que sean (ausencia de sacrificio o esfuerzo, por ejemplo) y nos boicoteamos a nosotros mismos. No me merezco este trabajo, no me he esforzado para conseguirlo. No merezco aprobar el examen de conducir porque no he estudiado nada.
La Profecía Autocumplida
Por último, resaltar que muchas veces las cosas “nos salen mal” por la denominada profecía autocumplida. Se trata de “prever” lo que va a pasar, de una predicción que hacemos con respecto a algo y “hacemos” que ocurra.
Muchas veces nos adelantamos en los resultados de las cosas, imaginando por adelantado lo que va a ocurrir. Ponernos en la situación resultante de antemano, autosugestionarnos, nos hace actuar de forma distinta que si no hubiésemos representado en nuestra cabeza esos resultados.
El teorema de Thomas asegura que si una situación es definida como real, sus efectos son reales.
Por ejemplo, si tenemos que conducir a una zona de la ciudad a la que no hemos conducido nunca y ya salimos creyendo firmemente que nos vamos a perder, esa misma creencia tendrá efectos: nos pondremos nerviosos y, seguramente, terminaremos perdiéndonos. Pero no porque el destino sea difícil de encontrar, sino porque nos hemos puesto nerviosos, tal vez eso ha hecho que nos despistemos en algún punto del trayecto, etc.
O, por ejemplo, alguien consigue un trabajo y, aunque esté perfectamente capacitado para ello, piensa: no voy a poder realizarlo porque es muy físico y yo ya estoy muy mayor o en dos meses estoy de baja porque no estoy en forma, etc. Seguramente, esa persona terminará dejando el trabajo, no porque no puede realizarlo sino porque cree que no puede, incluso desde antes de empezar. Ni siquiera se ha dado una oportunidad para probar, antes de “crear” pensamientos “premonitorios” respecto al resultado.
Lo mismo ocurre cuando vamos a una entrevista de trabajo y acudimos pensando que seguro que no lo vamos a conseguir. Esa creencia genera representaciones en nuestra mente que nos ponen nerviosos, que nos hacen ver las cosas de forma diferente, nos bloquean, nos hacen actuar de forma distinta de si hubiésemos acudido con una mente abierta, sin pensar en el resultado.
Y el último ejemplo. ¿Sabes esas personas que creen en lo que los videntes les dicen? Es muy curioso ver cómo ciertas personas aseguran que “esto ya me dijo la vidente” que me pasaría. Y por eso siguen yendo. Lo que ocurre en esos casos, seguramente, es que se tiene tanta fe en el vidente, que se hace lo posible por hacer que pase lo que dijo que pasaría.
En todos estos casos, nos hemos adelantado a los resultados y hemos facilitado que se cumplan. A veces, incluso hacemos que el resultado sea ese, simplemente para demostrar que teníamos razón, que estábamos en lo cierto. Es una característica muy humana querer demostrar que se tiene razón.
Puedes leer en Wikipedia más sobre lo que es la profecía autocumplida.
Ejemplos de Creencias Limitantes
Vamos allá entonces con algunos ejemplos de creencias, tanto limitantes como impulsoras. Tal vez las veas un tanto “extremas”, pero las verbalizo así para que te resulte más sencillo “verlas”:
- Es que no soy / nunca seré capaz de… ser organizad@, valiente, inteligente, cabal … ahorrar, encontrar pareja, estudiar/sacar una carrera, conducir, decirle a la cara, comprarme un piso, adelgazar, encontrar trabajo, perdonar…
- Se me da fenomenal, estoy segur@ de que podré, he hecho cosas parecidas antes, nunca me equivoco (esta última puede parecer impulsora, pero puede ser limitante cuando genera prepotencia, que nos impide crecer personalmente).
- Siempre elijo mal, me equivoco, tomo malas decisiones, me pierdo conduciendo, soy un desastre, soy tont@, soy/me siento inútil, no valgo para nada, no aporto nada a nadie, mi inteligencia no da para más…
- Ideas generalizadas o paradigmas sobre terceros: Mis padres siempre me considerarán un inútil, la gente me tiene manía, la gente no es digna de mi confianza (no se puede confiar en nadie), todos son mejores que yo (para hacer o lograr algo), seguro que no me cogen en ese trabajo (por tanto, para qué voy a presentarme), me toman el pelo, la gente me ignora …
- Ideas generalizadas o paradigmas sobre “el mundo” en general: los que nacemos pobres siempre seremos pobres; los ricos no se hacen ricos trabajando; no se puede ser autónomo y vivir tranquilo; emprender en los tiempos que corren es imposible; todos los políticos se corrompen con el poder; los de derechas son tal y los de izquierdas son cual…
Hay que tener en cuenta que muchas de las anteriores creencias, que al fin y al cabo son frases porque las expresamos con el lenguaje, son inconscientes y, en nuestro constante diálogo interno, podemos “decírnoslas” de muy diferentes maneras. Es raro “pillarnos” a nosotros mismos diciéndonos: “soy una inútil, no valgo para nada”, aunque en el fondo lo pensemos. Ese mensaje solemos “traducirlo”, lo suavizamos lingüísticamente, diciéndonoslo de muchas otras maneras.
Cambiar nuestras Creencias
Sin embargo, todos tenemos la capacidad de cambiar las creencias que limitan nuestra vida y a nosotros mismos. La forma en que pensamos y sentimos condiciona totalmente nuestros comportamientos y nuestro modo de ver la vida. Si escogemos lamentarnos de lo mal que nos trata la vida, nuestra pareja o el gobierno, seguramente no pondremos el empeño necesario para cambiar esa situación, porque estamos dejando en “manos ajenas” el modo en que nos sentimos tratados. Si, por el contrario, hacemos un esfuerzo por modificar algunas de nuestras creencias (“las cosas son así, no puedo hacer nada, tengo tan mala suerte, todo lo malo me toca a mí”, etc.), nuestra actitud frente a las circunstancias cambiará y será más proactiva y responsable.
Lo que sí es cierto es que nos convertimos en lo que creemos. Si enfocamos nuestros pensamientos y, por tanto, nuestros comportamientos, en lo malo que nos ocurre, en nuestra maldita mala suerte, en fin, en las cosas negativas que suceden a nuestro alrededor, es lógico que cada vez vayamos a peor y que esa “mala suerte” sea lo que encontremos en nuestro camino. Por el contrario, si eliminamos (o al menos limamos) algunas de esas creencias que limitan nuestra vida, solamente obtendremos beneficios a largo plazo.
Ya has visto cómo tus creencias modelan los resultados que obtienes en tu vida.
Ahora es cosa tuya eliminar aquellas que no te sirven e incluso te perjudican (desaprender tus creencias limitantes) y empezar a construir grupos de creencias impulsoras que te beneficien.
Una de mis especialidades de terapia online es el cambio de sistema de pensamiento: lo que viene siendo el cambio de creencias. Si te decides a mejorar tu vida a través del cambio de creencias, te animo a que me contactes.